Durante la carrera de un emprendedor y/o un pequeño empresario, una de las cosas más difíciles es plantear un presupuesto para la creación de un negocio. Pero donde el mayor problema se presenta es con un fantasma que desde hace unos años no era preocupación para muchos: la inflación.
¿QUÉ ES UN PRESUPUESTO?
Primero que nada, siempre es importante empezar con la definición de lo que vamos a estudiar. Como su nombre lo indica, es un pre (un prefijo que se refiere a “antes de una reacción”) de los supuestos que vas a tener para tu emprendimiento. Caminando más allá de la etimología, vemos que un presupuesto se refiere a planificación, cálculo y formulación de toda la operación del emprendimiento; es todo un ejercicio de maquinación mental para que funcione su proyecto.
Existen variadas técnicas para plantearlo. La contabilidad tradicional ha buscado los precios históricos para poder hacerlo.
Uno de los méritos de un emprendedor es poder leer su entorno y adaptarse, algo crucial en este mundo hostil que vivimos. Otro factor que milenariamente se ha apreciado ha sido la prudencia; la tradición judeocristiana lo muestra en la Biblia de la siguiente manera:
O también en:
Sin embargo, existe un problema con esta previsión y prudencia, y es cuando llega un Gobierno y aplica el peor de los impuestos: la inflación.
LA INFLACIÓN
Si la definimos, más allá de lo que los medios de comunicación nos dicen, la inflación es aquella expansión de dinero, es decir, impresión cada vez más grande que termina siendo una depreciación del mismo: perdiendo valor, y como consecuencia, con el tiempo hay un aumento de los precios de bienes y servicios de esa economía. Es un impuesto tiránico que, en la antigüedad, se llamaba señoreaje, donde unos pocos se benefician de esto y la gran mayoría se ve perjudicada.
Las implicaciones de todo esto son terribles: pérdida del poder adquisitivo, escasez de producto y problemas de productividad. Vemos como los ceros en los billetes aumentan, aunque sin crecer la riqueza verdadera. Cada vez se compra menos con la misma cantidad de dinero. Dado este escenario, cabe la pregunta: ¿cuál es el efecto de todo esto sobre el emprendedor?
CONSECUENCIAS DE LA INFLACIÓN EN LA GESTIÓN FINANCIERA
Lo primero que podemos ver es que en un inicio los ingresos por ventas van a incrementar, nominalmente, pero tu poder adquisitivo, igual que la tasa de reinversión y rentabilidad real, van a ir disminuyendo. El flujo de caja del emprendimiento crecerá, mas lo que compres o inviertas va a ser menor en el tiempo.
A continuación, vamos a ver los resultados directas para la gestión financiera para tu emprendimiento, y una posible solución o vía de escape.
TRES PRIMEROS FACTORES FRENTE A LA INFLACIÓN
Existen tres (3) efectos directos sobre la gestión financiera de tu presupuesto que van al acecho:
- Reducción del margen de rentabilidad real por la venta de bienes y servicios.
- Los mayores costos y gastos en virtud del incremento continuo de los precios de productos y servicios en la economía.
- Necesidades crecientes de efectivo para financiar los mayores requerimientos de capital de trabajo del negocio, aparejadas a una creciente escasez del mismo.
Dado este escenario, los emprendedores empiezan a tomar acciones cada vez más arriesgadas y con posibles consecuencias, como las siguientes:
- Ante la pérdida del margen de rentabilidad real, se opta por reajustar los precios o cambiar la mezcla de ventas. Esto realmente no es fácil de llevar debido a las reacciones de los clientes y teniendo en cuenta la competencia y los posibles controles de precios.
- Por efectos del aumento de los costos y gastos, se deciden reducir algunos costos y racionalizar otros. Esto se lee importante, pero no es tan sencillo como parece: por los desabastecimientos de los proveedores y por la escasez, no es fácil hacer negociaciones con ellos.
- Ante las necesidades crecientes de capital, se opta por intentar por una mejor administración y por conseguir recursos adicionales, lo cual no es fácil a medida que la inflación aumenta y las tasas de interés se incrementan. Y lo más directo para el pequeño empresario es dejar de hacer inversiones adicionales, con las secuelas que ello acarrea.
TODO LO FIJO SE VUELVE VARIABLE
En una economía inflacionaria, a medida que va creciendo el ritmo de los precios, todo costo fijo va convirtiéndose en variable, pues no se mantiene en un valor constante siendo siempre en ascenso. La lógica del mercado es implacable, y lo que ha demostrado es que tanto las decisiones anteriores como el entorno terminan perjudicando al cliente final, puesto que todos esos costos se trasladan al precio final y la calidad del producto.
Hay varias cosas que podemos señalar en cuanto a la intermediación del cliente:
- Se da una contracción o reducción de los productos a ofrecer.
- La inversión mercadeo disminuye considerablemente ya que no se va a disponer de capacidad financiera para aumentar las campañas, lo que va a afectar también la distribución y logística.
- Las ofertas van a ir dirigidas al consumidor final. Muchos empresarios del sector primario y secundario van a ir desapareciendo o cambian su razón social hacia el sector comercial, lo cual es un problema macroeconómico, pues los sectores con mayor valor agregado son los dos primeros, y no como piensa el keynesiano promedio que es el sector comercial el que impulsa la economía.
- Por efectos del aumento de muchos productores finales, el consumidor se va volviendo más renuente a gastar así por así, provocando que la calidad de los productos disminuya en su cuantía –productos cada vez peores, bien sean propiedades inmuebles, vehículos, artefactos eléctricos, entre otros–.
- Los costos de inventarios se incrementan cada vez más debido a la propia inflación y la incertidumbre en la demanda del producto, haciendo que la logística sea más incierta y más cara.
- Finalmente, vemos que la publicidad se torna más racional y menos emocional. En estos tiempos, el consumidor ve las compras como una inversión, por lo que suele ser más reacio a hacerlas.
AHORA, ¿QUÉ HAGO?
Para el emprendedor afrontar esto no es fácil. No obstante, siempre hay una salida. Lo primero, es cuestionar si está convencido o no de emprender, porque por más que se pueda o no, incluyendo posibles quiebras o no, lo que más caracteriza a un emprendedor es una actitud como la del salmón: listo para ir a contracorriente, pero siempre sin parar y siempre apto para reinventarse en cada momento. Esa es la función empresarial de la que hablan los grandes economistas austríacos.
Lo siguiente, es tener información lo más precisa posible, porque la mejor identidad de un emprendedor es estar muy informado, tanto de los costos y gastos dentro de su función principal, y asimismo, del acontecer nacional e internacional. Es necesario, además, tener un kit de diferentes medios de comunicación masivos y alternativos y poder tener consultas constantes de los mismos.
Finalmente, invertir y gastar en temas exclusivamente prioritarios:
- En mercadeo y publicidad de manera sencilla y directa, racionalizando todo, aunque con un efecto inmediato.
- Tener una minimización de costos en actividades que no tienen retorno a largo plazo, y buscar el mediano y corto plazo para poder sobrellevar la tormenta perfecta: una línea de inversión bastante conservadora.
- Buscar la forma de generar en divisas extranjeras (dólares, euros, entre otros) para contrarrestar las devaluaciones e inflaciones de la actualidad.
La mejor forma de un emprendedor poder enfrentar esta era inflacionario se basa en dos principios: templanza y sabiduría. Y para llegar a eso se necesita tener capacidad de reinventarse y reformarse. ¿Cuántos estamos listos para enfrentarlo? De corazón espero que seamos muchos.