LA INFLACIÓN | El Enemigo desconocido

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En periódicos, en diversos canales de noticias, en conversaciones de esquina entre vecinos, en almuerzos ejecutivos y en muchos otros sitios más, hay un tema picante del que nadie quiere quedarse por fuera. Todo el mundo habla de ello: se siente afectado a cada instante por la subida de precios de los bienes y servicios. La mayoría, pese a la afectación que produce, no sabe el por qué, y en este espacio vamos a entender mejor en qué consiste este mal que nos esclaviza a todos.

DEFINIENDO EL PROBLEMA

En esta época, tan vertiginosa, ir a un supermercado, cotizar algún producto o ver la factura de los servicios públicos, resultan ser verdaderos deportes de aventura; una prueba contra un posible corazón frágil, especialmente, los de muchas amas de casa y sus esposos, el del tendero del frente o el del emprendedor que quiere surgir. Con el pasar del tiempo suben más los precios: desde los más básicos hasta las inversiones más elaboradas, y por esto, en el momento que observamos nuestros bolsillos, nos sentimos cada vez más pobres. Las quejas por el nivel de vida se acrecientan y las preocupaciones por el menor poder adquisitivo se hacen pan de cada día.

Los políticos le echan la culpa a los empresarios, los tenderos a los distribuidores, los mayoristas a los productores y las amas de casa no saben a quién culpar, al tiempo que todos exigen al Gobierno que intervenga y baje los precios ¡YA! El problema es que están equivocados, y aquellos que deberían darles luz por ser expertos, los economistas, no lo hacen. Desde su torre de marfil, con una jerga sumamente complicada, y con cuadros y gráficas múltiples, en vez de aclarar, oscurecen más que una “noche de boca de lobo” como diría una canción popular.

¿CUÁL ES LA CAUSA DEL PROBLEMA?

La mejor idea para desentrañar esto es ir adonde empieza todo. Los medios hablan constantemente del aumento de la inflación y lo relacionan con un indicador estadístico muy conocidos por muchos, pero que pocos tienen idea de cómo funciona: el IPC, sigla que significa Índice de Precios al Consumidor. El indicador en mención mide el promedio de precios de una cesta o canasta de bienes y servicios consumidos en un mes, lo cual demuestra que, si dicho promedio sube, los precios también –es a esto a lo que popularmente se le llama inflación–. Aunque aquí pasa algo simpático, y lo expresaremos con la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que se infla? De inmediato decimos, se inflan los precios, pero esto no responde el por qué.

Lo anterior se puede comprender mejor con una analogía médica. La fiebre es una afección fuerte que puede dejar una persona grave o incluso llevarla a morir. No obstante, la cuestión sería ¿es causa o consecuencia de algo más? La ciencia médica ha podido corroborar que la fiebre es consecuencia de una afección todavía más profunda: la infección; entonces, una infección, que es realmente una enfermedad, es la causa de diversos malos, y los síntomas son solo el reflejo exterior de esa enfermedad. En el caso de la inflación, mucha gente no ha entendido que el aumento de precios es como la fiebre, un síntoma de una enfermedad que no se ve a primera vista: la impresión de dinero sin respaldo.

EL DINERO ES LA CAUSA

Para entender esto último, tenemos que ver, antes de entrar en tecnicismos, que la mejor forma de considerar al dinero es como si fuera un termómetro o una balanza, es decir, un instrumento para medir algo en los casos que observamos la temperatura o el peso de un cuerpo. Pero, ¿qué mide el dinero? Sencillo, el valor económico de un bien o servicio, ergo, es el valor máximo de unidades monetarias que están dispuestas a comprar un conjunto de personas, dadas sus preferencias, y a la vez, lo mínimo que están dispuestos a vender los empresarios. En otras palabras, es la intersección entre la oferta y la demanda, la cual no es fija, siempre es dinámica y nunca caótica. Esa balanza es muy importante, porque con ella vemos cómo las personas toman decisiones sobre sus vidas, al menos en el ámbito económico. 

Desde la misma fundación de la civilización occidental, que tiene como base la tradición judeocristiana, el alterar las balanzas era un acto horrible, cosa que se puede notar en la Biblia, libro fundacional de Occidente, a través del pasaje Proverbios 11:1, “La balanza falsa es abominación a Jehová; pero la pesa cabal le agrada”. Otro versículo más claro al respecto es Isaías 1:22, “Antes eras como la plata pura, ahora te has vuelto como escoria sin valor. Antes eras pura, ahora eres como el vino diluido en agua”. Podríamos seguir, aunque con esta cita es claro que el dinero puede ser tratado como ese vino diluido en agua que luego se convierte en escoria.

EL ORO COMO DINERO POR EXCELENCIA

Durante siglos se usaron varios tipos de bienes como moneda, entre ellos hojas de tabaco, sal (no le extrañe, de ahí proviene el término salario, usado ampliamente en economía), palos de madera, rocas gigantes en un peñasco, y demás. Por otra parte, el oro cumple con todos los requisitos para ser dinero, pues 1) se puede almacenar por tiempo indefinido, 2) no pierde su valor en el tiempo mientras se almacena y 3) se puede dividir de manera fácil para manejar fracciones de este en tiempo real. Todo, nos lleva a preguntar: ¿cómo se puede hacer un balanza falsa, según lo que ya conocemos del dinero? Lo primero es la falsificación de billetes y monedas, caso palpable de dinero falso, pero minoritario… el verdadero mecanismo es bastante sutil en la forma como se roba a los ciudadanos.

Un gran ejemplo se encuentra en los tiempos antiguos. Un señor de su territorio, fuese un monarca o cualquier otro miembro de la nobleza, si quería robar a sus ciudadanos, además de pasar de las arcas públicas recursos a sus arcas personales, se valía del mecanismo que se hacía llamar señoreaje; con este, cambiaba el contenido de sus monedas de oro mezclándolas con otro metal o aleación, como bronce, cobre o aluminio. En palabras más sencillas, debido al cambio en las monedas, ahora se tienen más: la misma cantidad de oro –que es el verdadero valor de la economía– combinado con otros metales o aleaciones. Esto implicaba que el tirano podía comprar más cosas con la misma cantidad de oro que tenía almacenado.

En teoría económica, cada que vez haya un aumento de la demanda de un producto, es igual al aumento del precio. Luego, si hay un aumento de la oferta de un bien, el caso es el contrario al anterior: disminuye el valor de ese bien, que es lo que pasa cuando se imprime dinero sin contemplación alguna.

EL EFECTO CANTILLON

Richard Cantillon (francés), antes de Adam Smith en el siglo XVIII, estudió los efectos monetarios y se dio cuenta que en el mercantilismo, el sistema económico donde los “amigos del Estado” o las élites económicas se juntan con los gobernantes que crean regulaciones para formar monopolios y eliminar la competencia por medio de las espadas de los últimos, dichas élites son las primeros interesadas en imprimir dinero, puesto que, asimismo, son las primeros en gastarlo. Cantillon percibió que, al gastar dinero recién impreso por parte del Banco Central, aumentaban los precios de los bienes como bienes raíces, combustibles, automóviles, divisas extranjeras, entre otros, y los más perjudicados eran(son) la mayoría de la población que recibía(recibe) un dinero devaluado a causa del aumento de precios implementado por las élites mercantilistas. Lo que descubrió el francés es que se sabe cuándo empieza tales episodios, pero nunca cuando terminan.

El problema del aumento de los precios no es la avaricia del empresariado per-se, o el capitalismo como sistema económico, sino el encargado de la impresión de dinero, es decir, el Estado apoyado sobre el Banco Central.

CONCLUSIÓN

Dado todo este desarrollo, podemos llegar a la conclusión que la inflación no es el aumento generalizado de precios –cosa que puede tener varias causas a corto plazo–. Lo que realmente se infla en la economía es la cantidad de dinero emitido por el Banco Central, transformándose en un aumento de la oferta de este y ocasionando que disminuya su valor; por ende, aumenta la demanda de bienes y servicios subiendo sus precios, a pesar de que están cada vez más devaluados.

Entendiendo todo, podemos llegar no solo a tratar la fiebre (aumento de precios), sino también la enfermedad (la impresión de dinero), ¡y hoy día eso es urgente!, para así evitar que nuestro dinero se convierta en escoria.

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